miércoles, 9 de mayo de 2012

VIDA VENDIDA #NoMasPRIAN

¿Qué sentido tendría la vida sin un techo que nos cubra y que también cubra nuestra piscina, nuestros coches, a la avioneta, al helicóptero y que sea el mismo pero distinto del que cubra a nuestra servidumbre? Y que no cubra las hectáreas de jardín que a nuestro hogar circundan. ¿Qué sentido tendría la vida sin una alacena que instantáneamente, en un abrir y cerrar de puertas, surta los requerimientos de la cocinera que nos alimenta, sin la tina de agua caliente y horas diarias o semanales para disfrutarla al calor de velas aromáticas y una orquestita de cámara, muy cerca del vestidor donde podemos cubrir nuestras miserias, contemplándolas 360 grados en espejos biselados con trajes, zapatos y accesorios de joyería para día, tarde y noche, para primavera, verano, otoño e invierto, para eventos domésticos, familiares, casuales, formales y oficiales?

¿Qué sentido tendría la vida sin un séquito de gente que no parece imbécil alabándonos cuando hablamos, bostezamos o expulsamos gases; sin una agenda privadita de nombres de cuerpos exquisitos que sepan en dónde guardamos las cosquillas y cobrarnos el favor sin que podamos decir que nos damos cuenta? ¿Qué sentido tendría la vida sin una historia extranjera de títulos nobiliarios, ya académicos, ya de viajes, ya de compras, ya espirituales, o de negocios, ya económicos, ya políticos, ya sociales, ya filantrópicos?

¿Qué sentido tendría la vida sin una vejez que nos permita narrarnos corsarios primero y emperadores luego, libérrimos sibaritas hoy abades de la diócesis más rica, sabios longevos rodeados de una juventud sedienta de nuestros cuentos y nuestras cuentas?

¿Qué sentido tendría la vida si morimos sin comernos completito al mundo, sin habernos escarbado la dentadura con palillos para sacarnos los huesos y pellejos del vencido prójimo; sin haber corrompido de vicio y exceso a nuestro tiempo; sin habernos llevado entre las patas y por delante a los hambrientos que llenamos de chatarra, a los sedientos que emborrachamos, a los débiles que drogamos?

¿Qué sentido tendría vivir sin venderle el alma al Diablo? Al fin y al cabo, satisfaciendo por entero el instante, somos sin sabernos nada; más puros e inocentes, ni el alma nonata.

Que el Pueblo busque el bien, que el mal le corroa la consciencia, que el deber le devore la memoria y le oscurezca el porvenir, para que el amoral pueda ser tan puro como el alma que no ha nacido.

Doy gracias a mi negligente Pueblo y a mis escrupulosos medios, gracias a ellos, y a los senos, y a las nalgas, y a los penes, y a los pechos, y a las caras que causan su alboroto. Con seguridad, seis años me prolongan emperador de mi imperio, lo que menos importa es si tapizo mi trono de agua marina, amarillo, azul o rojo.

Gracias por su sacrificio en el infierno, gracias al cual conozco la gloria.

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